a mis muertitos y a quienes me enseñaron a recibir a las ánimas...
El Día de Todos Santos es una tradición que se celebra cada año religiosamente en Acayuca. Para esta fecha, todas las familias se preparan para recibir a sus difuntos y adquieren cacao y canela para elaborar el delicioso chocolate, hornean pan, como cocorecos y rosquitas, hacen tamales que pueden ser de frijol, de carne de puerco, de pollo, y

el que se da mejor lujo los hace de telolo (la semilla de pipián tostada, molida en metate y hecha bolitas).
La ofrenda que se pone en cada casa para recibir a los muertitos se engalana con las servilletas bordadas por las mujeres del hogar específicamente para esta ocasión.
Al camposanto se llevan flores, agua bendita, sahumerio. Además, se limpia la última morada de los familiares que ya se han ido.
La noche del 31 de Octubre es de no dormir. Los señores preparan el arco que adorna los altares hogareños con flor de cempazúchitl que ellos sembraron desde el 10 de julio en sus milpas. A veces también hay en los arcos flores grandes, blancas, hechas de cucharilla. Frente al altar va el cerero, que consiste en el tronco de la planta de plátano, al que se le han hecho agujeros en donde se colocan las ceras cuya luz se ofrecerá a las Ánimas.
Las ánimas de los chiquitos llegan el día primero, las de los grandes el día dos, y por cierto que a todo Noviembre se le considera Mes de las Ánimas. Ellas nos visitan por estos 30 días, y el último es el Día de la Bendición, fecha en la que parten... para volver hasta el año próximo.

Gracias a Chencho y a Rosa por las imágenes de su ofrenda y la visita al camposanto. Y a la familia Martínez, por la fotografía de la ofrenda en los años 80.